Todo habitante y turista de la Ciudad de México ubica a este recinto como un punto de referencia de la Ciudad. Y, aunque su importancia en la vida cultural del país es evidente, vale la pena saber un poco más de su historia pues marcó el comienzo de la vida cultural y artística no sólo de la ciudad, sino del país.
A finales del siglo XIX la situación que vivía el país era tal que tuvo gran urgencia resolver problemáticas básicas en la sociedad. Salud, infraestructura y educación fueron los temas que más se discutían en torno a la definición del rumbo del país. Sin embargo hubo quienes vieron en el arte, la cultura y la música también una necesidad básica.
Las puestas en escena musicales estaban limitadas a lo que algunos empresarios, como Amibale Biacchi, quisieran presentar en sus compañías. Ante esta situación, y tomando como bandera el reciente rechazo que se había hecho a Melesio Morales de presentar su ópera Ildegonda, un grupo de amigos de diferentes disciplinas formaron una asociación musical mediante un conservatorio. Así, la asamblea de la Sociedad Filarmónica Mexicana se constituyó el 14 de enero de 1866 y fue la encargada de fundar el Conservatorio; su sede: una casa que antes había sido la academia de música del Padre Agustín Caballero; su apertura: el primero de julio de 1866.
El lugar fue tan importante que se convirtió en el primer lugar en que una mujer podía conseguir un título universitario, además de que ahí se impartieron clases de español como idioma por primera vez en México. Sin embargo, a la caída del Imperio de Maximiliano se temió la disolución del Conservatorio. Por fortuna, el gobierno de Juárez cedió en edificio de la ex Universidad y luego, con las dificultades financieras que enfrentó la Sociedad Filarmónica Mexicana, se nacionalizó el Conservatorio. Así, a partir de 1877 el Conservatorio se convirtió en una escuela pública mexicana.
Su ubicación cambió a una casona en la Tabacalera Mexicana y, poco después, a una casa en la calle de Moneda, frente al Museo Nacional; después estuvo por un tiempo en la Escuela Normal de Maestros hasta que, finalmente en 1949, se inauguró la nueva sede: un edificio concebido por el arquitecto Mario Pani para ser una escuela de música, ubicada en los que fueran terrenos del Club Hípico Alemán. Esta construcción es, desde 2012, Monumento Artístico de la Nación. Y es que, es innegable la maestría con que Pani logró armonizar la arquitectura con la necesidad musical que lugar merecía. Quizá ésta sea una de las razones por las que actualmente dice que la vida musical mexicana es una de las más activas en Latinoamérica.