Todos conocemos esta construcción por ser sede de la Universidad Del Claustro de Sor Juana y, aunque al pasar por ahí nos imaginamos que verdaderamente el lugar algo tuvo que ver con la Décima Musa, pocos sabemos lo que en realidad significó para ella y desde cuando existe la construcción.
El Convento de San Jerónimo —su verdadero nombre— fue un templo católico cuya construcción data de finales del siglo XVI y que, gracias a la suma de numerosos esfuerzos hoy conserva buena parte de su arquitectura barroca herreriana. Su fundación se debe a que Isabel de Guevara mandó unir las casas de Isabel Barrios y de Alonso Ortiz para que, en 1585, naciera el primer Convento mexicano de monjas jerónimas; entonces, su nombre era Convento de Nuestra Señora de la Expectación.
Fue precisamente la Orden de San Jerónimo de la Ciudad de México en la Nueva España la que acogió a Sor Juana y, de hecho, aún se conservan algunos retablos barrocos y pinturas alusivas a la poetisa en lo que hoy es el auditorio principal de la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Con las Leyes de Reforma, su función cambió y pasó a manos del gobierno. Durante este tiempo fue cuartel, caballería y hospital militar hasta que, a finales del siglo XIX fue otorgado como forma de pago al arquitecto Antonio Rivas Mercado quien, en 1927 lo regaló a sus hijas: Alicia y Antonieta Rivas Mercado.
Luego de haber sido un teatro, a finales de la década de los 60, Arturo Romano Pacheco hizo una serie de investigaciones antropológicas con las que descubrió que en el coro se encontraban una serie de utensilios con los que habían enterrado a las monjas, incluyendo a Sor Juana Inés de la Cruz.
Luego de la investigaciones el lugar cayó en el abandono convirtiéndose en un espacio destinado a ser vecindad, un estacionamiento y locales comerciales. En 1971 el ex presidente Luis Echeverría lo expropió para que de 1975 a 1979 se hicieran las restauraciones necesarias que le ayudarían a que después, con José López Portillo, fuera declarado oficialmente patrimonio nacional, primero bajo la protección del INAH y, luego, de la Unesco como patrimonio de la Humanidad.