Uno de los lugares más tradicionales y vivos de la ciudad quizá sea esta zona residencial de la capital. Famosa en la actualidad por su gran oferta de restaurantes, bares, librerías, galerías, parques y jardines, la colonia ha cultivado durante años un estilo de vida bohemio y ligado a la cultura. Conocida en algunos momentos como el Soho o el San Francisco de México, estamos hablando de La Condesa que, con más de cien años de historia, sigue vigente.
El barrio conocido como la Condesa es en realidad el conjunto de tres colonias: Condesa, Hipódromo, e Hipódromo-Condesa, todas ellas ubicadas en parte de los terrenos de lo que fuera la hacienda de Santa Catarina del Arenal. Acotada por el pueblo de Tacubaya, el río Piedad y los potreros de la Romita, la propiedad se extendía también por las actuales colonias Escandón, San Miguel Chapultepec y parte de la Roma. En 1704, la hacienda fue adquirida por Pedro Dávalos Bracamonte, Conde de Miravalle, y eventualmente llegó a manos de su heredera, María Magdalena Catarina Dávalos de Bracamonte y Orozco, tercera Condesa de Miravalle. Bajo su posesión, Santa Catarina del Arenal adquirió gran renombre, y a partir de entonces fue conocida simplemente como la Hacienda de la Condesa.
En este punto, quizá valga la pena comentar un par de cosas sobre los Condes de Miravalle, descendientes directos de Moctezuma II Xocoyotzin y herederos a perpetuidad de todos los terrenos del señorío de Tacuba, lo que en teoría los convierte en legítimos propietarios del Zócalo, así como Palacio Nacional, Gobierno del Distrito Federal, Catedral Metropolitana, entre otros. Durante un tiempo tuvieron su residencia en el Palacio de los Condes de Miravalle, ubicado en la calle de Isabel la Católica 30, sede del actual Hotel Downtown. Al ser una de las familias más privilegiadas de la Nueva España, los herederos del emperador mexica se hicieron acreedores a una pensión vitalicia del gobierno —conocida como la Pensión Moctezuma, la cual ascendía al equivalente actual de más de 100 millones de euros anuales—, que tuvieron a bien seguir cobrando hasta 1933, cuando la Secretaría de Hacienda decidió suspenderla de forma definitiva. Se trata de una de las contadas familias mexicanas con título nobiliario, cuyos descendientes actualmente residen en Granada, España, desde donde continúan los trámites ante la Suprema Corte de Justicia de México para recuperar dicha pensión.
De vuelta al tema que nos ocupa, la hacienda de La Condesa pasó por varias manos en el transcurso de pocos años, hasta que en 1869 llegó a los integrantes de la familia Escandón, quienes demolieron la construcción virreinal para erigir una casa estilo inglés, con terrazas, caballerizas y cancha de tenis. Años más tarde, el terreno sería fragmentado y puesto en venta por lotes. La casa fue rentada en 1922 a la embajada de Brasil y finalmente vendida a la Federación de Rusia para establecer su actual embajada sobre Avenida José Vasconcelos.
El 30 de diciembre de 1902, el Ayuntamiento accedió a que se estableciera la colonia Condesa. A partir de esa fecha, comenzó a poblarse con residencias al estilo porfiriano para la clase media-alta de la ciudad. Para atraer familias acaudaladas, se proyectó la construcción de dos hipódromos: uno, propiedad del Club Hípico Alemán, y el otro del Jockey Club de México (es decir, los miembros de la aristocracia porfiriana), como una alternativo al Hipódromo de Peralvillo. El primero no llegó a concretarse y el segundo tuvo la mala fortuna de ser inaugurado unos meses antes del estallido de la Revolución, por lo que nunca tuvo gran afluencia y se utilizó más para carreras de autos y otros eventos de menor relevancia.
Otro de los primeros atractivos de la zona fue la plaza de toros El Toreo, con capacidad para 25,000 asistentes, localizado entre las calles de Colima, Durango, Salamanca y Valladolid, en donde actualmente se encuentra la tienda departamental El Palacio de Hierro. El Toreo de la Condesa funcionó hasta su última corrida en 1946, año en que se inauguró la Monumental Plaza de toros México, razón por la cual, su estructura fue desmontada y enviada al norte de la ciudad para convertirse en lo que (hasta 2008) se conoció como el Toreo Cuatro Caminos.
Para conmemorar el centenario de la consumación de la Independencia, en septiembre de 1921 se inauguró el Parque España, diseñado por el fundador de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos, José Luis Cuevas Pietrasanta. La lotificación de la colonia Hipódromo comenzó en 1926, después de que José G. De la Lama y Raúl Basurto, dos de los más importantes fraccionadores y empresarios inmobiliarios de la Ciudad de México —y a quienes se adjudica la creación de fraccionamientos como Polanco, Del Valle, Lomas de Chapultepec, Mixcoac, Aragón, entre muchos otros—, compraran a la Sociedad del Jockey Club los terrenos donde se situaba el hipódromo.
El encargado de planificar la nueva colonia fue el arquitecto José Luis Cuevas, quien, tras viajar a Inglaterra en 1920, quedó expuesto a las modernas nociones inglesas de urbanismo. No sorprende, pues, el notable parecido que tiene el trazo final de la colonia Hipódromo con la propuesta del visionario británico Sir Ebenezer Howard, quien en su obra Garden Cities of To-morrow (Ciudades jardín del mañana, 1898) describe una ciudad utópica en donde los habitantes viven en armonía con la naturaleza. La publicación dio como resultado el movimiento de las ciudades jardín, que consistió en organizar las viviendas en torno a un parque central, entre muchos otros preceptos. Siguiendo esta línea, Cuevas tomó la decisión de seguir una forma elíptica que rodeara al parque, y es ésa la verdadera razón por la cual Avenida Ámsterdam adopta su forma, como vivo recordatorio de que ahí hubo, alguna vez, un óvalo ecuestre. Dicho sea de paso, ésta es la única calle de la colonia que no tiene nombre de estado o ciudad de la República Mexicana (ni de Niño Héroe).
El contrato de compra-venta del hipódromo para uso con fines residenciales, establecía la donación de una superficie de 60,000 metros cuadrados del terreno para la construcción de un parque público y así cumplir con los nuevos reglamentos de urbanización de la ciudad. Como resultado, apareció el Parque General San Martín, mejor conocido como Parque México. Dotado de elementos al estilo europeo, como estanques y paseos, fue el primer parque moderno de la ciudad, con un planteamiento y diseño arquitectónicos, y pronto se convirtió en el lugar de moda para socializar. Entre sus elementos más característicos están las fuentes, cascadas y árboles exóticos, así como los detalles con fuerte influencia del art déco diseñados por Leonardo Noriega y Javier Stávoli, como la torre del reloj, que en el pasado marcaba la hora tocando piezas de música clásica.
Quizá el rasgo más distintivo del parque sea su foro al aire libre, bautizado en honor al hombre más famoso del mundo en aquella época: el piloto aviador Charles Lindbergh, quien visitó la Ciudad de México en esos tiempos. Lindbergh aterrizó en Balbuena un 14 de diciembre de 1927, después de 27 horas y quince minutos de vuelo a bordo del legendario Spirit of St. Louis, misma aeronave con la que, algunos meses antes, se convirtió en el primer hombre en atravesar el Atlántico en un vuelo solitario y sin escalas.
El desarrollo arquitectónico de la Condesa corresponde en tiempo con la aparición y auge del art déco. Las obras de los grandes precursores de este movimiento en México, como Juan Segura, Francisco J. Serrano y Ernesto Ignacio Buenrostro, dan amplio testimonio de ello. Como ejemplo, están el Edificio México, de Francisco J. Serrano, en el número 123 de la Avenida México, o el novedoso Edificio Basurto, del mismo arquitecto, construido en lo que fue el jardín de la casa del banquero Raúl Basurto y el cual cuenta con significativos avances en la comodidad, como la incorporación de cuartos de servicio en cada departamento y la inclusión de tres penthouses con terraza.
En 1942 el arquitecto estadounidense Charles Lee diseñó el Cine Lido, el cual, con capacidad para más de mil asistentes, era sin duda una de las más grandes salas de la ciudad. El edificio revela que el estilo art déco continuaba influenciando las construcciones de la época; uno de los elementos más distintivos de su composición es la torre de más de veinte metros de altura que recuerda a los alminares de la arquitectura islámica. Después de algunos años de esplendor económico, el inmueble se remodeló en los años setenta y fue rebautizado como Cine Bella Época, en donde se proyectaban los últimos estrenos de Hollywood y algunos clásicos del cine. Sin embargo, la aparición de las grandes cadenas de salas de exhibición, así como el cine en video, forzaron a muchos cines de este tipo a cerrar sus puertas durante la década de los ochenta. En 2003, el FCE compró el edificio al Gobierno del Distrito Federal y encomendó a uno de los vecinos de la zona, el Arquitecto Teodoro González de León, para dirigir el proyecto de remodelación de este espacio conocido hoy como el Centro Cultural Bella Época, el cual consta de la Librería Rosario Castellanos, en donde destaca el plafón iluminado diseñado por el artista holandés Jan Hendrix; la galería Luis Cardoza y Aragón, en donde se muestran exhibiciones temporales; y la Sala Lido, operada por la Cineteca Nacional.
Desde sus inicios, el panorama cultural de la Condesa ha estado siempre vivo y lleno de personalidades relevantes de la escena artística mexicana. Tal es el caso de la fotógrafa italiana Tina Modotti, quien llegó a vivir a México en 1922 para habitar la casa ubicada en el número 22 de la calle de Veracruz, en donde actualmente hay una galería privada de arte. También el flaco de oro, Agustín Lara, vivió en Celaya 5, e incluso se dice que compuso la canción Farolito sentado sobre una banca de la avenida Ámsterdam. Una de las mujeres más bellas del cine —dato que fuera confirmado una y otra vez por el mismo Orson Welles en persona, quien fue su pareja durante el rodaje de Ciudadano Kane—, fue Dolores del Río, quien vivió con sus padres en la avenida Ámsterdam tras su regreso de Hollywood. Mario Moreno “Cantinflas” fue el propietario del edificio de departamentos Rioma, en la esquina de Insurgentes y Michoacán, en donde se encuentra una de las primeras tiendas de ultramarinos de la capital: La Naval. Octavio Paz y Elena Garro vivieron en la calle de Mexicali, y algunos personajes contemporáneos también han sido vecinos de la Condesa, como el recién difunto José Emilio Pacheco y su esposa Cristina, que vivieron en Reynosa 53, así como Salvador Elizondo, Luis Rius y Paco Ignacio Taibo I, entre tantos otros.